Lectura: Las cerezas – 1
Juanito tenía diez años; unos ojos grandes como manzanas y negros como moras y
labios semejantes a su fruta favorita, las cerezas. Era aficionado a ellas con locura, y
con ser tantas las que pesaban en las ramas de un cerezo que había delante de su
casa, llevaba la cuenta de ellas, comiéndose todos los días las que estaban más
maduras.
Si las cerezas gustaban a Juanito, también gustaban a los
gorriones que abrían con su pico un agujero en las más maduras
y azucaradas y disfrutaban comiendo y bebiendo a un tiempo.
Pero lo que era placer para los gorriones, era desesperación para
el niño, que se ponía furioso cada vez que al coger una cereza la
hallaba picada; y aunque hubiesen dejado para él la mejor parte,
no se consolaba, por más que los gorriones al picotear cantasen:
¡Qué rica está! ¡Pi, pi, pi! Hay para ti y para mí.
- Ahora verás lo que hay para ti -decía Juanito.
Cogía piedras y las tiraba a los gorriones, acertándoles
algunas veces; y cuando caían atontados, los remataba para
que no volvieran a comerse sus cerezas. También tenía
guerra declarada a los insectos, porque a veces encontraba
en ellas algún gusanillo que las usaba como vivienda; y
cuando los veía en el suelo o en las hojas de las flores, los
aplastaba, repitiendo lo que decía cuando mataba algún
gorrión:
1-Qué tenía Juanito igual que las cerezas?
a) - Sus ojos
b) - Sus labios
c) - Su piel
02.- ¿ Cuál es la afirmación verdadera ?
a) – Había un solo cerezo
b) – Había varios cerezos
c) – Había pocas cereza
03.- ¿Qué hacían los gorriones con las cerezas?
a) – Las comían enteras.
b) – Las tiraban al suelo.
c) – Las abrían con el pico
04.- Juanito se ponía furioso porque...
a) – No quedaban cerezas para él.
b) – No podía comer las cerezas maduras.
c) – Encontraba las cerezas picadas.
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Resposta:
ctura: Las cerezas – 1
Juanito tenía diez años; unos ojos grandes como manzanas y negros como moras y
labios semejantes a su fruta favorita, las cerezas. Era aficionado a ellas con locura, y
con ser tantas las que pesaban en las ramas de un cerezo que había delante de su
casa, llevaba la cuenta de ellas, comiéndose todos los días las que estaban más
maduras.
Si las cerezas gustaban a Juanito, también gustaban a los
gorriones que abrían con su pico un agujero en las más maduras
y azucaradas y disfrutaban comiendo y bebiendo a un tiempo.
Pero lo que era placer para los gorriones, era desesperación para
el niño, que se ponía furioso cada vez que al coger una cereza la
hallaba picada; y aunque hubiesen dejado para él la mejor parte,
no se consolaba, por más que los gorriones al picotear cantasen:
¡Qué rica está! ¡Pi, pi, pi! Hay para ti y para mí.
- Ahora verás lo que hay para ti -decía Juanito.
Cogía piedras y las tiraba a los gorriones, acertándoles
algunas veces; y cuando caían atontados, los remataba para
que no volvieran a comerse sus cerezas. También tenía
guerra declarada a los insectos, porque a veces encontraba
en ellas algún gusanillo que las usaba como vivienda; y
cuando los veía en el suelo o en las hojas de las flores, los
aplastaba, repitiendo lo que decía cuando mataba algún
gorrión: