La memoria del cuerpo
El recién13 nacido8 no sólo responde con movimientos reflejos1 a los estímulos y sensaciones que le14 llegan a través del gusto, el olfato, el oído o el tacto6, sino que, además21, los registra e interpreta. El pediatra9
Florencio de Santiago, asesor de la revista Ser Padres, considera que las caricias y el vínculo afectivo con la madre10 constituyen26 una fuente11 inagotable de satisfacción emocional12 que resulta esencial31 para su7 desarrollo físico y psicológico.
El cerebro17 del hombre empieza a moldearse mediante la experiencia y a partir de ella va a aumentar27 el número de conexiones neuronales: las experiencias positivas y negativas discurren por15 autopistas neurológicas diferentes. La II Guerra Mudial y los avatares2 de los niños nacidos en medio18 de la contienda impulsaron a un grupo de científicos británicos a indagar clínicamente en el estado físico y psicológico de aquellas criaturas que, a causa de los bombardeos, sufrieron el desarraigo familiar. Los niños investigados gozaron todos16 de una educación y tuvieron28 cubiertas sus necesidades más básicas. Sin embargo22, unos pasaron su infancia19 en orfelinatos y otros fueron acogidos por familias británicas acomodadas que, además de alimentación y abrigos, les proporcionaron29 un entorno emocional caluroso y agradable. Con el tiempo, la investigación concluyó que esta diferencia afectiva fue decisiva en su desarrollo físico y psicológico. De hecho23, la tendencia a sufrir dolencias3 fue mucho mayor en el grupo de niños criados en los orfelinatos20. A la vista de todas estas investigaciones, no dejan de proliferar numerosas terapias que, com mayor o menor tino4, pretenden tratar las patologías y los trastornos físicos o emocionales que tienen su origen en un hecho pasado.
Los científicos saben hoy que el tacto es vital para la maduración cerebral: el bebé humano difícilmente sobrevive sin la estimulación cutánea adecuada. No es una casualidad que a las 20 semanas de vida aparezcan30 en la piel y las mucosas fetales los receptores táctiles. Éstos alcanzan en el nirvana del líquido amniótico una densidad que ¡es mayor que em edad adulta! Las caricias y mimos que se propinan al bebé quedan de algún modo almacenados en la memoria de la piel, el órgano que contacta el mundo exterior con el interior. Recorriendo el cuerpo con las manos, es posible percibir la huella5 viva de un traumatismo sufrido años antes. Quizás24 la memoria consciente lo olvidó, pero25 ahí queda la tensión que, por ejemplo, limita la flexibilidad.
Lo que parece evidente es que las costumbres determinan nuestro envejecimiento. Así se deduce de un estudio dirigido por el doctor Darrick Antell, cirujano plástico en el Hospital St. Luke Rossevelt de Nueva York, que demostró cómo una pareja de gemelos con igual patrimonio genético había envejecido de manera muy desigual. Uno había disfrutado de una vida sana, tranquila y sin vicios. El otro llevó una vida alborotada y con vicios muy variados y, para colmo, había abusado de sus exposiciones al sol.
En una entrevista, la escritora Ana María Matute describía, sin saberlo, la memoria corporal: “Lo que existe de verdad es el pasado. Lo que nos pesa, lo que nos ha hecho ser lo que somos, nuestra memoria, nuestras arrugas, nuestras decepciones; es esto lo que ha formado lo que somos, el pasado”.
BENITO, M.; JIMÉNEZ, D. Muy Interesante. Madrid, n. 287, abr.2005. p. 50.
“su” (ref.7) es un determinante posesivo que en el texto hace referencia a la palabra indicada en la alternativa
“la madre” (ref.10).( )
“El pediatra” (ref.9).( )
“El recién nacido” (ref.8).( )
“satisfacción emocional” (ref.12).( )
“una fuente” (ref.11)( )
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No sé que soy tonto
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SLA
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