Texto
Lee el texto para contestar las cuestiones que siguen:
Al día siguiente, el niño, que se llamaba Peter, se despertó tras un sueño intranquilo y se encontró convertido en una persona gigante, un adulto. Quiso mover los brazos y las piernas, pero eran bastante pesados y el esfuerzo fue excesivo para él tan temprano por la mañana. De modo que tuvo que quedarse quieto y escuchar los pájaros que estaban al otro lado de la ventana y que lo miraban. La habitación era la misma, aunque parecía mucho más pequeña y, además, daba la impresión de que hacía tiempo no la limpiaban. Tenía la boca seca, le dolía la cabeza y se sentía algo atontado. Le dolió gesticular. Se dio cuenta de que había bebido demasiado vino la víspera. Y quizá también había comido en demasía, porque sentía el estómago lleno. Y había estado hablando mucho, puesto que le dolía la garganta.
Gruñó y se puso de espaldas. Hizo un enorme esfuerzo y logró levantar un brazo y llevarse la mano a la cara para fregar los ojos. La piel a lo largo de la mandíbula raspaba al tocarla, como un papel de lija. Tendría que levantarse y afeitarse antes de poder hacer cualquier otra cosa. Y tenía que ponerse en acción porque había un montón de cosas por hacer, recados que cumplir, tareas que realizar. Peor, antes de poder moverse, se quedó sorprendido por la visión de su mano. ¡Estaba cubierta de gruesos pelos negros y rizados!
Se levantó y se sentó en el borde de la cama. El rostro denunciaba su sobresalto. Tenía el cuerpo peludo por todas partes, con nuevos músculos en los brazos y las piernas. Cuando por fin se puso de pie, casi se dio en la cabeza con una de las vigas bajas del desván, que era su dormitorio.
– Esto es ridículo – empezó a decir, pero su propia voz le sorprendió.
Necesitaba lavarse los dientes y hacer gárgaras. Al cruzar la habitación hacia el baño, las tablas del suelo crujieron bajo su peso. Cuando llegó al lavabo, tuvo que acurrucarse para examinarse la cara en el espejo. Descubrió que sabía afeitarse. Había observado muchas veces a su padre. Al acabar, la cara se pareció más a la suya. De hecho era mejor, menos hinchada que su cara de once años, con una mandíbula sobresaliente y una mirada atrevida. No está mal, pensó. Se vistió con la ropa que había sobre una silla y bajó. Imaginó que todo el mundo iba a sorprenderse, en el desayuno, cuando lo vieran diez años mayor y treinta centímetros más alto que la noche anterior. Empero, nadie dijo nada. Cuando terminó de comer, salió al jardín y se detuvo ante el riachuelo. Era un hermoso día. El agua que corría bajo el puente de madera producía un agradable sonido y él estaba excitado con su transformación. Cruzó después el jardín hasta llegar al camino elevado por el que había pasado antaño el ferrocarril. Había llegado a su destino.
McEwan, Ian, En las Nubes, Editorial
Anagrama, Barcelona, 1994, pp. 140-143.
Adaptado.
Temprano por la mañana, el niño a que se refiere el texto:
se acordó que se había convertido, el día anterior, en una persona gigante.
percibió que había sufrido una gran transformación.
tuvo un sueño intranquilo y fue despertado por un adulto.
soñó que ya no era pequeño sino una persona adulta.
se sintió mareado por toda que había comido.
Al despertarse, de conformidad con el texto:
se levantó rápidamente sólo para escuchar los pájaros que lo miraban.
no demostró ninguna intención de mover sus brazos y piernas.
tomó un gran susto.
con mucho esfuerzo logró mover de inmediato sus brazos.
sintió sus miembros pesados y permaneció quieto.
La habitación donde se hallaba Peter:
daba la impresión de que se encontraba sucia.
era la misma de la noche anterior, puesto que seguía limpia y muy ancha.
estaba limpia y ésta era de hecho la impresión que transmitía.
no era pequeña ni limpia, aunque daba esa impresión.
era menor que pensaba.
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