Dos casos retratados esta semana en las páginas de CORREIO revelan el alcance de la violencia que enfrentan diariamente los ciudadanos bahianos. El primero detalla con riqueza narrativa la creación de un centro de tortura y extorsión mantenido en una choza abandonada en Salvador por PM, precisamente los que son pagados por el gobierno para proteger a la población de los delincuentes, es decir, de ellos mismos. El segundo muestra la acción de asaltantes dentro del Directorio Académico de Matemáticas en el campus de la Universidad Federal de Bahía (Ufba) en Ondina. Ambos dejan claro que las fuerzas de seguridad del Estado han perdido el control del bandidaje y se suman a un menú repleto de episodios criminales desenfrenados en la capital y el campo. Recientemente, una mujer se había arrojado a la muerte en un intento por escapar de los asaltantes que saqueaban a los pasajeros de un autobús en Salvador, una plaga cotidiana en las calles de la ciudad. Los toques de queda hace tiempo que dejaron de ser una rareza, lo que provocó el paro de clases en escuelas ubicadas en vecindarios controlados por facciones de narcotraficantes.
En los últimos estudios e investigaciones sobre la violencia en Brasil, Bahía ocupó los primeros puestos en prácticamente todos los rankings, en una espiral que ha crecido desde la última década. El pobre desempeño muestra el fracaso de las acciones gubernamentales para frenar la delincuencia, casi todas basadas en modelos importados de otros estados, especialmente Pernambuco y Río de Janeiro, como el Pacto por la Vida, Bope, Patamo y similares. Incluso las ideas originales adoptadas por la Seguridad Pública de Bahía, como el Deck of Crime, tienen mucho más atractivo de marketing que efectividad. La mayoría de las veces sirven para paliar la imagen de una policía ineficaz en el combate a la violencia y con un alto grado de corrupción. Mientras tanto, la población es cada vez más rehén del miedo, sin saber en qué confiar para protegerse en su odisea diaria. Por supuesto, cambiar un panorama de esta magnitud no ocurre de la noche a la mañana, pero diez años fueron más que suficientes para que el grupo actualmente en el poder hiciera lo mínimo para evitar que el crimen se intensificara. Es decir, elaborar un plan de seguridad sólido capaz de hacer frente a la realidad local, especialmente en las comunidades más pobres de Salvador y ciudades donde la Seguridad Pública casi no existe. Eso sí, se puede hacer en poco tiempo, con la participación de otros actores igualmente responsables: Justicia, sociedad civil organizada e iniciativa privada. Solo ten voluntad política y date prisa.
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mais porq vc respordeu si nao
SABE
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